Celia Cruz y su ritmo eterno en las Islas Canarias: una conexión que sonó en todo el mundo
Javier Zerolo (Tenerife – Islas Canarias)
Puede que el trono de Celia Cruz estuviera en el corazón de la salsa y su imperio musical se extendiera por todo el planeta, pero lo que muchos no saben es que la reina del azúcar tenía un lugar especial en su corazón para las Islas Canarias. Sí, estas islas volcánicas en medio del Atlántico donde el son también se baila con un sabor isleño.
La conexión de Celia con Canarias no fue un simple viaje musical y turístico: fue un romance cultural con todas las letras. A lo largo de su carrera, Celia se presentó varias veces en las islas, dejando su huella tanto en los escenarios como en el alma de quienes la vieron en directo. En especial, su paso por Tenerife y Gran Canaria fue impresionante, con conciertos que continúan siendo recordados como multitudinarias fiestas populares. También pasó cortas escapadas de descanso en las islas.
Pero más allá de los aplausos y las congas, la relación fue muy cercana. La comunidad cubana en Canarias siempre fue fuerte, y Celia, como exiliada orgullosa de su tierra, hallaba en las islas un tipo de eco familiar: el acento cálido, la mezcla cultural, los ritmos afrolatinos que también se podían escuchar en las radios canarias. Como si entre La Habana y Tenerife no hubiera océano, sino una melodía común.
Y ojo, que la admiración era recíproca. En Canarias, Celia no era solo una cantante reconocida internacionalmente: era la estrella. Su presencia en fiestas de Carnaval de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, numerosas presentaciones, entrevistas en radios y medios escritos, y sus apariciones en televisiones nacionales desde platós insulares, crearon una cercanía emocional que todavía hoy, muchos años después de su partida, permanece. Cuando suena “La vida es un carnaval” en una verbena canaria, no hay quien no levante el vaso y diga “¡Azúcar!”
En resumen, lo de Celia y Canarias fue algo más que una visita: fue una historia de amor musical entre dos mundos que, aunque separados por océanos, vibraban en la misma clave.
En Canarias me siento como en casa, porque aquí la gente también tiene azúcar en el alma.
CELIA CRUZ

Celia Cruz
Carmelo Rivero (Tenerife)
Celia Cruz era una embajadora providencial, la cara más reconocible del inconnu de nuestro Carnaval por donde quiera que iba, como la Fania All-Stars lo fue, de los 70 a los 90, de la salsa y el chachachá. En vida, constituía, sin duda, nuestra mejor valedora exterior a la hora de exportar la imagen de una fiesta cuyo transformismo y delirio exigen una explicación al público profano para que no cunda la sospecha de que aquí nos hemos vuelto todos locos. Venía con frecuencia a vernos y se identificaba con nuestra idiosincrasia como si fuéramos la isla doble de Cuba donde calmar la añoranza, su mejor elección para soñarse paseando por el Malecón de La Habana, con la maresía. Actuaba en un trance feliz, en efecto, como si fuéramos sus cubanos de este lado, como si hubiera regresado del exilio a bailar y cantar en las corralas habaneras. Me dijo en cierta ocasión, en que accedió a contarme su vida reposadamente, que había algo que no le perdonaría nunca a Fidel: cuando le impidió volver a su tierra a ver a su madre Catalina Alfonso, Ollita, antes de morir de cáncer. Tenía las lágrimas escondidas que asomaban cada vez que mencionaba la palabra Cuba con congoja, así como ¡azúcar! era su grito de alegría desde que lo acuñó en voz alta en un restaurante delante de una taza de café.
Cuando murió, en 2003, completé la historia de su vida desapacible vista desde fuera a través del hombre que mejor la conoció, su marido, el músico y manager Pedro Knight, Copito de Nieve, que la amó cuando se hizo solista de la Sonora Matancera. Y él me ratificó entonces, punto por punto, a las puertas del Carnaval de Santa Cruz que rindió homenaje póstumo a la memoria de su mítica reina de honor, la conexión de la cantante con la Isla, que fingía Cuba en Tenerife haciendo malabares en el mapa como si esto fuera el Caribe. En la Plaza de España, donde Paco Padrón inventó aquel baile multitudinario de Radio Club en Carnaval al ritmo de Celia y la Billos, que fue récord Guinness, la intérprete de Bemba Colorá cerró los ojos y se dejó llevar por el arrullo de la gente y el océano hasta los orígenes humildes de su infancia en el barrio de Santos Suárez, hija de un fogonero de los ferrocarriles. Por eso Celia quería tanto estas calles y el susurro del mar como en un trampantojo. En la gala del miércoles, las comparsas recrearon el sello inconfundible de Celia -tan potente por sí mismo como la propia salsa genérica-, que está ahora en la corte suprema del arte, como el célebre programa cubano de radio donde se fraguó la mulata contralto que era amiga de Javier Zerolo y del Carnaval de Santa Cruz, como si aquí encontrara los bohíos que adoraba con trozos de vieja yagua, bemba colorá.

Una historia de ritmo, récords y amistad verdadera
E.Castro-Martín (Miami – USA)
La historia de Celia Cruz con las Islas Canarias no es una simple anécdota musical. Es un capítulo dorado, vibrante y profundamente humano en la vida de la reina de la salsa. Porque sí, en Tenerife no solo cantó… ¡hizo historia!
En Santa Cruz de Tenerife, Celia batió nada menos que un Récord Guinness por el baile multitudinario más grande al aire libre durante uno de sus conciertos. Aquello no fue solo un show: fue una marea humana bailando al ritmo de “Químbara”, «Yerberito» y «Bemba Colorá», mientras la ciudad entera gritaba “¡Azúcar!” como si fuera un conjuro para la alegría.

Y como si eso fuera poco, la bella capital de la isla de Tenerife le devolvió el cariño poniendo su nombre a una calle. Así que sí, existe una Calle Celia Cruz en Santa Cruz de Tenerife, y es probablemente una de las más rítmicas del mundo (aunque no suene música, se siente en el aire).
Pero lo más bonito de esta relación fue lo personal. Celia fue madrina de la emisora Mega Latina, una radio referente de la música latina en el archipiélago, y tenía un vínculo muy especial con Javier Zerolo, conductor del mítico programa Échale Salsita y director de la emisora. Su amistad fue tan sincera que Celia se convirtió en madrina de la hija de Zerolo, mostrando que su conexión con Canarias iba mucho más allá de los escenarios.
En definitiva, Canarias fue para Celia Cruz algo más que una parada en su gira: fue un hogar espiritual, una tierra hermana. Y aunque ella ya no esté físicamente, cada vez que suena su voz en las verbenas isleñas, vuelve el ritmo, el color, y esa energía suya que decía sin miedo que la vida, por dura que sea, es un carnaval.

Cuando Santa Cruz de Tenerife ganó el Récord Guinness de la Alegría
Grandes bailes
Las orquestas canarias respondían a la demanda del público con la música que dimos en llamar pachanguera y que abarcaban todo tipo de melodías: rancheras, pasodobles, canciones ligeras, del momento… que los músicos versionaban con especial maestría. Los grandes bailes convocaban al público cada fin de semana y en las fiestas patronales. La sección de anuncios en las radios daba cuenta de la variada oferta, con mención a las salas Nivaria, Titanic, Castilla, Acacia… donde actuaban las orquestas España de Arafo, Los Roquer´s de Garachico, La Nicanrandy, Los Guanches…
En la amplia y alegre programación del Carnaval, que recién concluido Reyes emitía a diario Radio Club Tenerife, se van sembrando iniciativas que contagian por igual a todos los medios. La elección de la Canción del Carnaval, que, en 1985, propone la emisora, puso en destacado lugar a El Africano, el popular Mami, qué será lo que quiere el negro, de Calixto Ochoa, que llegó con el estilo de Wilfrido Vargas. Los oyentes participan interpretando ese tema al compás de Los Guanches y Francisco Padrón intentará por todos los medios contratar al cantante dominicano. Manuel Monzón, el fundador de Los Rumberos, le sugiere que apueste por Billo´s Caracas Boys y le lleva la colección de vinilos que había traído de Venezuela, con lo que el director de Radio Club da un nuevo paso gestionando la llegada de la Billo´s, para que actúe en el baile de la Plaza de España. Billo Frometa, con sus más de veinte músicos, siembra el carnaval con merengues, cumbias, boleros. El martes, tras el Coso, con la nostalgia que acompaña a la despedida, Billo’s actúa en la Plaza de España, previo a la exhibición pirotécnica, y reúnen a más de 120.000 personas.
Llega la Reina de la Salsa
Al siguiente año, llega el huracán de la alegría: la magia que irradia el corazón de Celia Cruz. Javier Zerolo lanza la iniciativa de contar con la Reina de la Salsa. Disponía de los contactos y ofrece su vocación de servir, propiciando el encuentro en Nueva York, donde Paco Padrón firma con Ralph Mercado, productor latino, el contrato que permite la visita a la Isla de la cubana de proyección universal, junto a la Sonora Matancera. En el Aeropuerto del Sur recibe a Celia, acompañada por su esposo Pedro Knight y se suceden los encuentros previos a la cita del Martes de Carnaval. Maipa García, compañera en Radio Club, recuerda la simpatía arrolladora de Celia y su respuesta al servirle un café, cuando le indicó que, pese al grito Azúcar, ella no le ponía nada, al ser diabética. No olvida la impresión que le causó verla bailar con sus tacones huecos, que desafiaban la gravedad, siguiéndola en la conga que se formó al término del concierto, siendo ella la que iba en tercer lugar de un Carnaval donde todos “Íbamos a una. Nos saludábamos por igual; podías hablar y divertirte sanamente con cualquiera. Habíamos ganado el valor de compartir la calle, como un espacio de entendimiento. Entonces tocamos el cielo de la convivencia”. Javi Zerolo destaca la magia que se gestó en el encuentro, donde actuaron Maracaibo y Guayaba, orquestas ya veteranas y que apostaban por la salsa.
La conexión de Celia con el público fue inmediata. Había almorzado en el Club Hípico La Atalaya y, a los postres, Javier Zerolo le preguntó si conocía el Pasodoble Islas Canarias, respondiendo con la entonación de algunas estrofas. Sin dudarlo la animó a que lo interpretara, indicándole que, si lo hacía esa noche, iba a arder la isla. En la tarde, mientras descansaban en el Mencey, Celia recibe una casete con la versión sabandeña del pasodoble y, unas horas más tarde, lo cantó a capela despertando una ovación de lujo.
Celia y Billo’s coincidían por primera vez en el escenario, que enseñoreaba el Carnaval dedicado a Roma, con el ingenio de Alfonso Mertens. Joaquín Prat y Pilar Socorro presentaron el memorable encuentro que dejo un recuerdo inolvidable, pues esa noche Tenerife tocó a las puertas del cielo. Pablo Afonso tomaba imágenes desde la terraza del Casino, luego en la máxima altura del Olympo y desde el escenario. Tuvo que desplazarse siguiendo el compás de los temas que se interpretaban. “Del Casino al escenario tardé más de media hora. Iba protegiendo las cámaras y bailando. Con las fotos me fui al periódico a revelarlas, y, de inmediato, se las entregué a la Comisión para que evaluara el nivel de participación con los inspectores de Guinness. Acabé hecho polvo; iba lleno de pintura y de confeti por todas partes, pero muy feliz. Entre todos lo habíamos conseguido y, lo más importante, no solo era el número de participantes sino el nivel de comportamiento de todos, el civismo que teníamos y que ahora se nos ha ido apagando. Antes cualquier atisbo de desencuentro lo solucionábamos sin que mediara autoridad alguna”.
Aquellos tiempos hicieron de Santa Cruz de Tenerife la capital mundial de la salsa y de todos los ritmos latinos, el trampolín de tantos artistas para llegar a Europa: Maní Manuel, Wilfrido Vargas, Las Chicas del Can, el Gran Combo de Puerto Rico, Carlos Vives, Rubén Blades, Camilo o Carlos Baute, entre otros.
Nota: Este artículo fue publicado en 2022 en el periódico del Carnaval El Droide Chicha.
Su legado…
Detrás de la eterna sonrisa de Celia Cruz hay alguien que ha sabido mantener viva su voz más allá del escenario: Omer Pardillo, su manager y albacea. Desde la partida de Celia, Omer se ha convertido en el guardián de su legado, impulsando homenajes, exposiciones, documentales y proyectos educativos que aseguran que las nuevas generaciones conozcan no solo a la artista, sino también a la mujer que rompió barreras con gracia, talento y dignidad. Gracias a su labor incansable, Celia sigue brillando con la misma fuerza que tenía sobre el escenario.
Azúcar, récord y salsa en Tenerife

En Santa Cruz de Tenerife, la leyenda de Celia Cruz alcanzó proporciones históricas. Durante uno de sus vibrantes conciertos en la isla, no solo conquistó al público con su energía inagotable, sino que batió un Récord Guinness por lograr el baile multitudinario más grande al aire libre. Fue un momento inolvidable en el que la música, el calor humano y el ritmo se fusionaron en una sola voz.
Aquello no fue solo un espectáculo. Fue una fiesta colectiva, una carnaval inolvidable en el que miles de personas se dejaron llevar por los timbales, los metales y la voz inconfundible de la reina de la salsa. Y cuando Celia lanzó su célebre “¡Azúcar!”, la ciudad entera respondió como si invocara una fuerza invisible, poderosa y alegre.
Ese día, Tenerife no solo aplaudió a una artista: abrazó a una hermana del alma. Y Celia, como siempre, les devolvió el cariño a ritmo de salsa, dejando claro que en Canarias también se baila con el corazón.