Pete Conde Rodríguez

Biografías Échale Salsita Radio

Nacimiento: 31 de enero de 1933, Ponce, Puerto Rico.

Fallecimiento: 2 de diciembre de 2000, El Bronx, NY, USA.

Pete “El Conde” Rodríguez fue mucho más que una voz de la salsa; fue un estilo, una manera de estar en escena que combinaba la elegancia del bolero con la fuerza del son. Nacido en Puerto Rico, y criado desde niño en el Bronx neoyorquino, supo aunar dos mundos: la cadencia caribeña heredada de su tierra natal y la dureza urbana de la gran manzana. Esa fusión fue el cimiento de una carrera que dejó una huella indeleble en la historia de la música latina.

Desde muy joven, la música estuvo presente en su vida. Con apenas cinco años ya aporreaba los bongós con una intuición casi mágica, aunque su camino no fue directo al escenario. En plena juventud se alistó en el ejército y participó en la Guerra de Corea como paracaidista, una experiencia que, aunque ajena a la música, le dio una disciplina y temple que más tarde se notarían en su presencia escénica. A su regreso, el llamado del tambor fue más fuerte que nunca, y no tardó en sumergirse en la floreciente escena salsera del Nueva York de los años 60.

Su encuentro con Johnny Pacheco fue un momento clave. Pacheco, ya entonces una figura central del incipiente sello Fania, vio en Pete al cantante perfecto para su charanga. Juntos firmaron algunos de los discos más icónicos del género: La Perfecta Combinación, Los Compadres, Sonero, entre otros. Rodríguez aportaba una voz sobria, precisa, sin excesos, pero cargada de sentimiento. Su forma de cantar era directa pero profunda, con una claridad melódica que le distinguía entre sus contemporáneos.

En 1974 decidió probar fortuna como solista con el álbum El Conde, un título que no era gratuito: en el reino de la salsa, Pete representaba la nobleza. Temas como Catalina la O, Pueblo Latino o La Abolición se convirtieron en himnos inmediatos, reflejo de su compromiso con la cultura afrocaribeña y su firme creencia en el poder de la música como vehículo de identidad. A diferencia de otros cantantes más histriónicos o teatrales, Pete optaba por una elegancia casi austera en escena. No necesitaba alardes: le bastaba su voz.

Durante las décadas de los 80 y 90, su figura no perdió fuerza. Participó en diversas giras con las Fania All-Stars, grabó nuevos discos y se mantuvo fiel al sonido clásico, sin rendirse a modas pasajeras. En sus últimos años, colaboró con otros gigantes del género como Tito Puente y Eddie Palmieri, consolidando así su condición de leyenda viva. Su muerte, en diciembre del año 2000 en el Bronx, dejó un vacío difícil de llenar, pero también un legado que sigue siendo referencia para cualquier sonero que se precie.

Pete Rodríguez fue, en esencia, un cantor con alma de cronista. A través de su voz se narraba la historia de su gente, del barrio, de la diáspora afrocaribeña y de la resistencia cultural. Siempre con clase, sin estridencias. Un Conde de la salsa, sí, pero con pies en la tierra, arraigado en los valores de su comunidad y con el son flotando en la sangre.

Hoy su obra sigue viva, como un eco elegante y firme de la mejor tradición salsera. Porque mientras existan timbales, trompetas y bailarines de esquina, la voz del Conde seguirá sonando como parte indispensable del imaginario latino.