Marvin Santiago

Marvin Santiago no necesitaba florituras para emocionar. Bastaba con esa voz cálida, un poco rasgada, y su manera sincera de cantar al amor, al desamor y a la vida misma. Nació en Puerto Rico y se convirtió en una de las figuras clave de la salsa, ritmo que él supo hacer suyo como pocos.

Empezó en la música tradicional de su isla, pero pronto se dio cuenta de que su camino iba por la salsa. Pasó por agrupaciones locales hasta que se sumó a la orquesta de Willie Rosario, uno de los grandes nombres de la época. Ahí empezó a destacar de verdad, ganándose un sitio en la escena con su estilo propio y una sensibilidad especial para contar historias con ritmo y alma.

Su salto definitivo llegó a finales de los 70, cuando arrancó su carrera como solista. Su primer disco, con nombre propio, lo lanzó al estrellato y abrió una etapa de éxitos junto a figuras como Bobby Valentín, con quien grabó temas inolvidables como Tú Me Vuelves Loco. Lo suyo era una mezcla equilibrada: salsa con cuerpo, pero cargada de sentimiento.

A Marvin se le daba especialmente bien tocar la fibra. Temas como Qué Manera de Quererte, Ven y Dímelo o Cariño Mío no solo sonaban bien en la pista, también se colaban en el corazón. Su enfoque melódico, influenciado por el bolero, lo convirtió en el “romántico de la salsa”, un apodo que le iba como anillo al dedo.

En los 90, su presencia en los medios fue perdiendo fuerza, pero nunca dejó de cantar ni de grabar. A pesar de los problemas de salud y algunos baches personales, siguió adelante con una carrera coherente, honesta y llena de momentos memorables. Falleció en 2004, pero dejó un puñado de canciones que siguen formando parte del alma salsera.

Hoy se le recuerda con cariño y admiración. Porque Marvin Santiago no fue solo un gran cantante: fue un intérprete de emociones. Y eso, en la salsa y en la vida, siempre deja huella.